Cuando hay prejuicios de raza, identidad étnica,
nacionalidad o cultura, hay discriminación y hay violación a
los derechos humanos fundamentales en medio de
comunidades que no tienen un estatus político o jurídico
como lo es la ciudadanía particular que les permita
defenderse y reclamar.
Estos prejuicios son difíciles de perseguir con la justicia y de
erradicar de la sociedad, lo que conlleva a un fenómeno de
marginación económica y política.
La erradicación de la discriminación requiere, entre las
medidas más importantes e inmediatas, del desarrollo de
una Política de Estado que a la misma vez combata la
discriminación y promueva la diversidad como una condición
del desarrollo con equidad y de la plena vigencia de los
derechos humanos.
En veinte años de operaciones el Instituto Interamericano de
Derechos Humanos ha consolidado una estrategia de
promoción activa de los derechos humanos basada en la
priorización de tres ejes temáticos y tres enfoques
transversales. Los tres ejes temáticos son: educación en
derechos humanos, acceso a la justicia, y participación
política. Los tres enfoques transversales: la perspectiva de
género, el reconocimiento de la diversidad étnica y la
necesidad de la participación de la sociedad civil.
La aplicación de los tres enfoques transversales significa el
reconocimiento de la realidad regional y la oficialización de
una postura que desde hace varios años permea las
diferentes iniciativas surgidas en el seno del IIDH (Instituto
Interamericano de Derechos Humanos), a partir del principio
rector de fortalecer la universalidad desde la especificidad y
promover la igualdad desde la diversidad.
Una propuesta para desarrollar y
mitigar la discriminación a nivel
mundial es: Promover una
democracia intercultural.
La discriminación es también el
reflejo de la desigualdad económica y
la inequidad política; porque la discriminación es una
cuestión ligada a la distribución de la riqueza y el ejercicio
del poder, cuya práctica contribuye al mantenimiento de la
exclusión social y la justifica.
La discriminación no es un signo de falta de desarrollo, es un
signo de falta de equidad; dicho de otro modo, un desarrollo
inequitativo no contribuye a erradicar la discriminación, sino
que la agrava en la misma medida en que hace más
profundas las brechas de la desigualdad.
Tal como lo ha propuesto recientemente la CEPAL al
formular la estrategia de Transformación Productiva con
Equidad (TPE), el desarrollo es un asunto ligado al
crecimiento, pero también a la distribución y a “la integración
social del sistema a través de una “ciudadanía moderna” y
activa, que de cuenta, por un lado, de la diversidad y la
multiculturalidad, y por otro, del pleno disfrute del derecho a
desarrollar sus identidades propias a los distintos grupos
sociales que componen el tejido social de la región” (A. Bello
y M Rangel, op. cit). Tal “ciudadanía moderna” implica “... la
existencia de actores sociales con posibilidades de
autodeterminación, capacidad de representación de
intereses y demandas, y el pleno ejercicio de sus derechos
individuales y colectivos jurídicamente reconocidos. Sin ello
resulta vano hablar de construcción de consenso, de
sociedad integrada o de sistemas democráticos estables”
(Ottone citado por Bello y Rangel; Ibíd.).
sobre los Derechos
Humanos y la Democracia y
sobre su Misión; IIDH, San
José, 1998), en las pasadas
dos décadas las sociedades
de la región han dado pasos
muy importantes para
derrotar el autoritarismo y recuperar el Estado de Derech
o. Los logros más importantes son evidentemente el
establecimiento de mecanismos electorales técnicamente a
decuados y la emergencia de una cultura que condena el
golpismo y la corrupción. Sin embargo estamos frente a una
democracia que todavía es insuficiente porque, entre otras
razones, es poco inclusiva de la diversidad social y cultural y
no consigue evitar que se agrave cada día más la exclusión
y la marginación social.
En nuestras sociedades signadas por la diversidad étnica y
cultural, con una movilidad territorial (interna e internacional)
cultural, con una movilidad territorial (interna e internacional)
crecientes y con graves fenómenos de desplazamiento en
algunos países y regiones, hace falta una democracia más
inclusiva, que garantice el derecho a la participación de los
diferentes y por tanto combata la discriminación y contribuya
a reducir la desigualdad; una democracia que se enriquezca
con las perspectivas de la diversidad cultural.
Se trata entonces de
desarrollar un modelo de
democracia que
efectivamente proteja los
Derechos Humanos
y promueva la participación
de la sociedad como una
poliarquía, esto es un
sistema en el cual el poder
esté distribuido y tal
distribución tiene significado
para todos los ciudadanos y ciudadanas, en tanto les permita
ejercer los derechos a tomar parte en las decisiones que
afectan a la colectividad, exigir la debida atención de sus
demandas, participar en el control de la legalidad y del
ejercicio de la autoridad (la rendición de cuentas), y
organizarse y actuar autónomamente en tanto sociedad civil
(Ibíd.).
Una democracia intercultural, basada en una política de
Estado que contemple la perspectiva de género, de los
pueblos indígenas y otras identidades culturales particulares
, de los niños y de otros sectores vulnerables o relegados;
más aún, dada la acumulación histórica de esta marginación
una política democrática debería contener acciones
afirmativas para contrarrestarla.
Pueden visitar esta pagina en SoundCloud para que escuchen algunas entrevistas:
https://soundcloud.com/jennyfer-c-rdenas/opiniones-sobre-la-discriminacion
Referencia:
https://soundcloud.com/jennyfer-c-rdenas/opiniones-sobre-la-discriminacion
Referencia:
Roberto Cuéllar. (IIDH) Una Política de Estado para
Combatir la Discriminación y Promover los Derechos
Humanos
Combatir la Discriminación y Promover los Derechos
Humanos